Una nueva anécdota de nuestro paso por Europa. Se nos está yendo el avión, y no vamos a llegar (!!!!).
Para situarnos mejor, cabe mencionar que estábamos Sofi y yo, en nuestro último día en Barcelona para tomar un vuelo de Iberia operado por British con destino a Londres.
Luego de haber recorrido la ciudad durante 4 días, era hora de continuar hacia Inglaterra. Agregamos a todo esto, que Barcelona es hermoso, es una ciudad de maravillas donde encontrás todo lo que buscas y en un mismo lugar.
Es una ciudad grande con playa, con centro histórico, con transporte público muy completo, con etnias y grupos de personas de todo tipo, hasta con clubes de fútbol de gran categoría. En fin, Barcelona nos enseñó que se puede vivir en una ciudad donde la gran mayoría de las necesidades están al alcance de la mano.
Ahora retomando la anécdota, en nuestro último día en la ciudad, optamos por contratar un Transfer para que nos lleve al aeropuerto del Prat debido a que teníamos dos grandes valijas, y movernos por todo el Metro con esto nos iba a implicar un gran cansancio y también bastante tiempo que preferíamos gastar en otra cosa… como por ejemplo seguir recorriendo hasta el último minuto.
El traslado nos buscaría en la plaza Real, donde se encontraba nuestro humilde hotel, el «Roma Reial», con habitaciones sin lujos, pero limpio, con grandes baños y lo más importante… ¡desayuno incluído!
El traslado pasaría a las 12 del mediodía, y nuestro vuelo era a las 15. Ya de por sí, los horarios no nos convencían mucho porque estimábamos que a las 12 mínimamente teníamos que estar llegando al aeropuerto (3 horas antes para un vuelo internacional). Pero confiamos en la empresa que nos iba a dar el servicio.
La hora llegó y el transfer no aparecía. Y no aparecía. De repente suena el teléfono del hotel y nos informan que el transfer se había «confundido» de hotel, que iba a llegar en unos 20 minutos. Uso comillas porque honestamente no entendimos cual pudo haber sido la confusión.
A partir de éste momento tuvimos una confusión generalizada con Sofi en la cuál no supimos bien que hacer. Salimos a la calle a buscar el transfer, no lo encontrábamos, y cada minuto que pasaba, nos encontraba un pasito más lejos del aeropuerto que debíamos tomar sí o sí para continuar nuestra travesía por el viejo continente.
Minutos luego, un taxista catalán que estaba estacionado en la calle en busca de algún pasajero, nos paro y nos dijo, – «¿Chicos que les ocurre?».
Le respondimos nuestra situación y rápidamente nos indicó que fuéramos con él, que nos llevaría al aeropuerto para poder llegar a embarcar.
Sin pensarlo (y bien que no lo hicimos), nos tomamos el taxi y nos llevó a la terminal 3 del Aeropuerto del Prat.
Totalmente apurados, nos bajamos y empezamos a correr para llegar a hacer el embarque. De repente escuchamos unos gritos atrás nuestro, y al girar, vimos al taxista que nos corría para alcanzarnos unos lentes que Sofi había olvidado en el vehículo. Un ángel que Dios nos puso en el camino. Sin dudas.
Finalmente, logramos embarcar por 10 minutos. Si, por 10 minutos. ¡No hay palabras para expresar lo que sufrimos esos instantes previos al viaje!
Luego tuvimos un vuelo de maravillas y llegamos a Londres super entusiasmados para conocer otra gran capital mundial.
¿Conclusión de la historia?
Los imprevistos hacen a los viajes. Está en cada uno saber como tomarlos para que cada cosa que suceda no tape las otras lindas que nos acompañan en la diaria del viaje.
Nosotros perdimos dinero, ganamos mucho stress y hasta tuvimos miedo de no poder conectar nuestro nuevo tramo del viaje; pero decidimos agradecer a Barcelona por la voluntad de sus personas en ayudarnos a llegar a destino.
Porque eso también es turismo. Hospitalidad y cordialidad de los ciudadanos nativos de cada ciudad, tengan que ver o no con establecimientos turísticos, hacen de una experiencia turística, una experiencia y anécdota de vida.
Gracias Barcelona por los días que nos brindaste en nuestra visita. No tenemos dudas que volveremos.
- Francisco pintado
- Tourism Experience
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